Azud
La construcción de azudes es la primera de las obras necesarias para el desvío de agua de su cauce natural y encaminarla hacia las acequias.
En el caso del valle del Jiloca, dada la plana topografía del terreno y la escasez de accidentes geográficos, el azud no sirve para almacenar el agua, salvo contadas excepciones, sino que se limita a desviar una parte del agua de los ríos por las acequias, alejándola del cauce y, así, poder utilizarla para regar las terrazas fluviales más altas, mover algún ingenio hidráulico o, por lo general, ambas cosas a la vez. Son los denominados "azudes de derivación".
La construcción de un azud es una tarea muy costosa a la que se le intentó sacar la máxima rentabilidad posible. Forma parte de los elementos propios de la Arquitectura del agua.
Tipología
Los primeros azudes fueron construidos colocando una serie de obstáculos en el río. Se podían realizar cruzando un tronco en la corriente o bien disponiendo una serie de piedras sueltas para contención del agua.
Estos primitivos obstáculos eran destruidos con facilidad por las avenidas de los ríos, por lo que se fueron construyendo sistemas más resistentes y perdurables, clavando troncos verticalmente en el cauce, entre los que se disponían otros elementos lígneos para desviar el agua.
Estos sistemas tampoco fueron muy resistente a las avenidas, por lo que en muchos casos hubo que recurrir a la construcción integra de obra, realizando azudes de mampostería o de sillería, o mixtos, siendo estos los que se han conservado hasta nuestros días con mayor facilidad.
En las últimas décadas, incentivados por las ayudas a los agricultores y el aprovechamiento del agua, casi todos los antiguos azudes han sido sustituidos por otros de ladrillo, cemento armado u hormigón.
Resumiendo, en el valle del Jiloca se pueden distinguir diversos tipos de azudes según los materiales empleados:
- Escollera: Se construyen entrelazando piedras sueltas en la corriente. Son elementos poco resistentes y muy puntuales. En el río Pancrudo, dado su bajo caudal en los meses de verano, se siguen utilizando los sacos de plástico llenos de tierra para desviar el agua.
- Estacada: Aquellos que pivotan con troncos el lecho de un río. Entre los troncos se insertan ramas, tablas u otros elementos vegetales por lo general para contención de la corriente. También son elementos poco resistentes, utilizados únicamente en ríos con corrientes muy escasas, como el Pancrudo durante los estíos.
- Tablas de madera: Se trata de una evolución de la tipología anterior, insertando troncos, en ocasiones encajados en la roca del lecho picada para la ocasión, entre los que se insertan tablas. Una variedad dentro de la misma tipología sería la de construir estos pivotes en sillería, en los que insertar una serie de tablones que pueden ser quitados con facilidad. Son este ejemplo de azudes los que han perdurado, ya que los construidos únicamente con elementos lígneos o bien han desaparecido con el paso del tiempo o bien se han transformado en otros más perdurables. Este tipo de azud se utiliza para desviar agua muy puntualmente, para realizar una determinada tarea, y dejar posteriormente que el río siga su propio curso, como sucede por ejemplo con el azud del lavadero de lanas (Calamocha), que sólo se utilizaba en los meses de verano.
- Azudes de mampostería o cantería: Suelen presentar una planta recta opuesta a la dirección de la corriente, aunque en otros ríos también pueden presentar forma semicircular. En muchas ocasiones el suelo carece de la estabilidad suficiente para sustentar la sillería, por lo que hay que realizar un pivotaje previo o zampeado de madera para estabilizar el terreno. Estos azudes presentan diferentes cronologías que pueden ir desde la época romana hasta el siglo XVIII, pues las formas de construcción apenas evolucionaron.
- Azudes mixtos: Los azudes de mampostería y tarjaderas (o tablas de madera) son los más habituales en el Jiloca. Al ser un río poco caudaloso y con poca separación entre ambos márgenes, lo habitual era una pequeña obra de mamposteria en ambas orillas, disponiendo un resalte o una hendidura enmedio, donde se apoya una tarjadera o una serie de tablones para contener la corriente. Se pueden destacar como ejemplos: Azud del molino de la Virgen (Santa Eulalia del Campo), Azud del Cañizar (Torrelacárcel), Azud de la Fon-Seca (Alba), Azud de la Retuerta (Alba), Azud (Velilla de Jiloca), etc.
- Azudes de hormigón. En las últimas décadas se ha procedido a renovar los principales azudes de los valles del Jiloca y Pacrudo, sustituyendo la mampostería por el hormigón. El ejemplo más destacable es el Azud (Fuentes de Jiloca), que actua a modo de muro de contención para desviar toda el agua del Jiloca por las dos principales acequias de la localidad.
Las presas de contención o "paradas"
Como se ha señalado, los azudes destinados a contener y almacenar el agua son muy escasos, ya que la topografía y geología del valle no permite la construcción de pantanos. Los embalses en el río Jiloca han sido desconocido hasta prácticamente el siglo XXI.
- La obra más espectacular, aunque de pequeño tamaño, es la realizada en la Laguna de la Zaida, en la localidad de Used. Conocida como La Parada consiste en un prolongado muro de mampostería con una compuerta en su parte más baja y con refuerzo de tierra para soportar los empujes del agua.
- Otro gran azud es el Estanque de Villafranca, un largo muro de mamposteria destinado a recoger y almacenar las aguas que bajaban por el centro del valle.
- A comienzos del siglo XXI, utilizando tecnologías más modernas se ha construido el pantano de Lechago sobre el río Pancrudo, destinado a regular las aguas de este río y del Jiloca.
Los azudes en el valle del Jiloca
Debieron construirse en el valle del Jiloca todo tipo de azudes, aunque sólo se hayan conservado los realizados en sillería o mampostería, como el de Villafranca, los de tablas entramadas entre pilares de sillería, como el del lavadero de lanas de Calamocha, o los mixtos. Existen referencias sobre azudes realizados en madera, pero esta tipología es la que menos ha perdurado en el tiempo por las características de la obra y por ser más susceptibles de ser derribados por las diferentes avenidas del Jiloca. Así en 1797 José Bernad y otros propietarios presentaron una protesta contra Juan Jerónimo de Gil de Bernabé por la construcción de una estacada en el río Jiloca a su paso por la localidad de Báguena.
En las ocasiones en que el azud es de mampostería, esta no suele asentarse directamente en el subsuelo de la ribera, sino que se realiza una estacada de madera o zampeado según la documentación. Esta estructura puede ser más o menos compleja, pudiendo ser simples troncos hincados en el suelo o bien una estructura de madera construida ex profeso como en el caso del azud del molino de Torrijo construido en época moderna.
La historia de los azudes va paralela a la de las acequias. Algunas pueden ser de origen romano o árabe, aunque la gran expansión del regadío en el valle del Jiloca se produce con los cristianos.
Una parte de las acequias y sus correspondientes azudes son de época medieval. Las acequias de Villacadima, en Monreal del Campo, ya funcionaban a principios del siglo XII, posiblemente por herencia árabe, y el azud se situaría en el mismo lugar que se encuentra en la actualidad. El azud de los molinos de Burbáguena o el construido en los Ojos de Monreal estaban realizados a mediados del siglo XIV. Pero también pudiera ser que estos azudes no fueran de nueva construcción, sino que se tratara de obras de remodelación de otros anteriores.
Datar los azudes medievales es muy complejo, ya que no existe prácticamente ninguna diferencia en cuanto a formas constructivas, ni en cuanto a ornamentación al ser elementos funcionales. Además, son elementos que han sufrido muchas remodelaciones por ser uno de los primeros obstáculos del agua dentro de las abundantes crecidas sufridas a lo largo de la historia hidrológica.
Prácticamente no ha quedado ningún azud antiguo en todo el valle del Jiloca. Algunos azudes muy antiguos, aunque reformados recientemente, son los siguientes:
- Azud de la Hilera (Navarrete del Río)
- Azud de Lagueruela
- Azud de El Estanque (Villafranca del Campo)
- Azud del molino de la Virgen (Santa Eulalia del Campo)
- Azud de la Cerradilla (Torrelacárcel)
- Azud de la Fon-Seca (Alba)
El mantenimiento de estos azud corría a cargo de los herederos de las parcelas que regaban, surgiendo posiblemente las primeras Juntas de Regantes, que tendrían un carácter local. Los concejos participarían en la gestión de estas Juntas, ya sea como propietarios de prados, molinos y suertes, o como órgano de gestión local.
A partir del siglo XVI se produce una gran expansión de regadío en el valle del Jiloca y la aparición de los primeros azudes intermunicipales. Muchos de ellos surgen al juntar varias acequia locales y dejar un solo azud, habitualmente el más grande y con mayor capacidad para desviar las aguas.
Cuando los azudes y las acequias superaron el límite municipal empezaron a surgir problemas sobre el mantenimiento de la presa. En teoría, las acequias eran arregladas por los propietarios de los campos que atravesaban y regaban, sin embargo, azud solo había uno, que debía ser mantenido por toda la comunidad de regantes. Si los regantes pertenecían a varios municipios había que ampliar la Junta de Regantes, que dejaban de adscribirse a un municipio, y había que firmar acuerdos y sentencias arbitrales intermunicipales para regular sus usos, unos acuerdos que se complicaban cuando se contruían molinos u otros ingenios en esas mismas acequias.
- La construcción del azud de la Acequia Molinal (Navarrete del Río) en el año 1567 estuvo acompañado de numerosas diferencias entre las localidades de Navarrete del Río y Lechago, que se solucionaron mediante la proclamación de una sentencia arbitral.
- Báguena y Burbáguena debieron firmar una concordia en 1549 para el mantenimiento de la Acequia Molinar.
- Un caso similar lo encontramos en el azud de la acequia Molinar (Luco de Jiloca), contruido en el término de Calamocha, que fue denunciado por el Concejo de esta última localidad ante los sesmeros de la Comunidad de Daroca en el año 1553.
El mantenimiento de los azudes y la reconstrucción de los que se han destruido ha continuado hasta nuestros días. En las últimas décadas del siglo XX han sido reformados prácticamente todos los azudes del valle del Jiloca, sustituyendo las antiguas paradas de sillería y mampostería, por muros de hormigón. Con estos cambios se ha conseguido disminuir los gastos de mantenimiento de los azudes y la gestión de las Juntas de Regantes.
Bibliografía
- Ortega Ortega, Julián (2003): "Señores y aldeas en las tierras del Jiloca a principios del siglo XII", en Comarca del Jiloca, Zaragoza, Gobierno de Aragón, p. 89-100 [Texto completo]