Los oficios tradicionales y la entrevista oral

Los oficios tradicionales y la entrevista oral / Félix Rivas

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La investigación oral

En un manual sobre de técnicas de investigación etnológica[1] aparece recogida una anécdota que cuenta cómo un antropólogo se preparó de manera concienzuda una entrevista que iba a realizar próximamente a un nativo de una tribu centroafricana. Para ello estudió con detalle una monografía etnológica que unos años antes otro antropólogo había publicado ya sobre aquella misma tribu. La entrevista se desarrolló delante de la choza donde vivía el informante y todo discurría con orden a lo previsto hasta que ante la pregunta del investigador sobre una cuestión muy concreta de la tradición de aquella aldea el informante dudó un instante y sin pensárselo dos veces se introdujo en su choza. Enseguida salió ya con una expresión tranquila y vino a decirle al investigador «menos mal, no estaba seguro de cómo se hacía lo que me ha preguntado pero en este libro lo dice muy claro, era exactamente de esta y esta manera». En sus manos llevaba la misma monografía que el investigador había estudiado detalladamente.

Desde África Central hasta Aragón puede haber miles de km pero hay cosas que no cambian en una entrevista etnográfica se realice donde se realice. De hecho, no hace mucho tuve la oportunidad de vivir directamente una situación más o menos análoga. Estaba entrevistando a un antiguo apicultor sobre las técnicas tradicionales de manejo de las abejas en una localidad aragonesa. Ante una de mis preguntas el informante me respondió explicándome una técnica que yo sabía positivamente que no era propia de aquella zona concreta ante lo que volví a insistir si era seguro que en ese pueblo aquella faena se realizaba de esa manera exactamente. «¡Hombre!», me respondió, «aquí aquí yo no lo he visto hacer, pero que se hacía así es seguro porque lo vi el otro día por la tele en uno de los vídeos de Eugenio Monesma».

Sirvan estas dos pequeñas anécdotas para introducir una idea-fuerza de gran importancia a la hora de afrontar una investigación oral: que siempre ha de mantenerse una tensión entre la necesidad de conocer al máximo lo que se va a investigar y la voluntad de permanecer en una actitud lo más despierta y abierta posible para no dejar de lado datos nuevos o que parecen no encajar en lo previsto. En definitiva, el secreto podría ser sencillamente no dejar de estar atento y explotar al máximo las potencialidades de una entrevista oral para generar trasmisión de conocimiento, es decir, para hacer aflorar información.

Más aún, una investigación en la que las entrevistas orales cumplen un papel importante tendrá siempre cierto carácter «artesanal» ya que su propio desarrollo irá modificando las planificaciones sucesivas que podamos ir elaborando. Lo fundamental por tanto será de nuevo estar constantemente alerta para no dejar escapar todas aquellas posibilidades de investigación que surjan durante el proyecto.

Otra cuestión fundamental a tener en cuenta es que en estos casos el objeto de estudio es un sujeto que por si mismo produce relatos de su mundo, que son precisamente los que nos interesan. Pero esta circunstancia obliga igualmente a interpretar los relatos recopilados en relación siempre al contexto en que han sido producidos. En consecuencia, será necesario que tengamos siempre presentes las dimensiones geográfica e histórica de lo que estamos investigando o, en otras palabras, las circunstancias temporales y espaciales de los hechos o informaciones que estamos recogiendo. Un ejemplo al respecto muy habitual es el cuidado que hay que tener con expresiones del tipo de «de toda la vida» que suelen referirse únicamente a las dos o tres generaciones anteriores a las del informante, no más allá.

También será muy práctico prestar atención a las lógicas limitaciones que podría tener de manera eventual el empleo de únicamente la técnica de la entrevista oral en la investigación etnográfica, puesto que siempre que sea posible será de gran interés compaginarla con la otra técnica de investigación etnográfica por excelencia: la observación. En cuanto al estudio de los oficios tradicionales, esta observación aportará con toda seguridad datos de gran interés en las posibles demostraciones o recreaciones de labores tradicionales que convendrá analizar con el mayor detalle posible. En este sentido cabe mencionar aunque sea por encima la importante distinción a establecer entre las visiones emic (correspondiente a la persona o grupo que está siendo estudiado) y etic (de carácter más externo y relativo al investigador que está realizando el estudio), pudiendo enlazar más directamente la visión emic con la técnica de la entrevista y la etic con la de la observación. Aunque en determinadas situaciones pueda ser interesante apostar por solo una de las dos técnicas o visiones, en general lo más enriquecedor puede ser una combinación armónica entre ambas. Y además en última instancia siempre será deseable la triangulación o contraste de los datos que hayamos obtenido con otros de estudios similares en la misma zona o en otras no muy lejanas.

Vale la pena traer a estas líneas una última reflexión en torno a las cuestiones éticas de la investigación a partir de entrevistas orales. En este tipo de investigación se requiere un fuerte ejercicio de honestidad y, al mismo tiempo, un manejo sutil del juego de las máscaras que permita al entrevistador crear cierta ficción, que no falsedad, para optimizar el resultado de la entrevista. Y es que hasta cierto punto la entrevista oral, como cualquier otro tipo de interrelación entre seres humanos, no deja de tener un aspecto teatral o de representación, tanto por parte del investigador como por parte del informante. Aunque todo ello no debe impedir mantener en todo momento el máximo respeto y agradecimiento hacia la persona informante que, al fin y al cabo, es quien nos está haciendo un favor a petición nuestra.

 

Los oficios tradicionales

Gran parte de la información relacionada con los oficios tradicionales puede considerarse sin problema como patrimonio inmaterial. Y a la hora de abordar un estudio acerca de alguno de estos oficios el objetivo final podría no ser volver a realizar una actividad de manera idéntica a cómo se realizaba antaño (lo cual por otro lado como concepto es imposible ya que nunca existe una «sola manera» en la que cualquier actividad tradicional se haya realizado). Más bien parecería más sensato intentar reconstruir una cadena de trasmisión de conocimientos (cuyos mayores valores suele interpretarse que se refieren a los campos de la identidad grupal y la integración con el medio ambiente) para garantizar que estos conocimientos continúen estando disponibles para necesidades presentes o futuras. Por eso, aunque parezca paradójico, estas investigaciones deberían mirar siempre más hacia el futuro que hacia el pasado.

A diferencia de otros aspectos de la investigación sobre patrimonio etnológico, los estudios sobre oficios tradicionales han de tener muy en cuenta en la gran mayoría de los casos una cronología bastante exacta que puede determinar el desarrollo del proyecto. El período histórico decisivo a tener en cuenta suele corresponderse con la década de 1950 en la que la debacle de la sociedad rural tradicional condenó al abandono o a la radical trasformación a la más gran parte de los oficios que existían hasta ese momento. Algunas excepciones podemos contemplar como la conservación de hielo y nieve que desapareció unas décadas antes o ciertos oficios como el pastoreo cuya trasformación fue más progresiva. Pero para la mayoría de los oficios lo ideal es buscar personas que en esa década tuvieran más de 20 años, es decir, que hubiesen nacido antes de 1930 por lo que a día de hoy tendrán más de 80 años de edad. Así, si muchas veces se ha dicho que nos encontramos con la oportunidad de rescatar el último eslabón de una cadena rota, en esta ocasión vamos a tener tanta razón como la que más para decirlo y, con ello, impulsar la urgencia y necesidad entre entidades públicas y ciudadanas para emprender e impulsar este tipo de estudios en el menor plazo posible.

 

La preparación de la entrevista

La primera tarea a la hora de preparar una entrevista concreta en torno a una faena de los oficios tradicionales será naturalmente buscar toda la información disponible acerca de ese oficio o tarea en la localidad o comarca que nos interesa así como en su entorno geográfico. En Aragón dos buenos puntos de partida serán el fondo bibliográfico sobre Patrimonio Etnológico de Aragón[2] (teniendo en cuenta que es una base de datos realizada hace unos años y que no se ha venido actualizando) y el Fichero Bibliográfico Aragonés[3], un fondo de referencias bibliográficas sobre artículos que permite la búsqueda por materia y topónimo y que vuelve accesible el interesantísimo contenido de decenas de revistas locales así como muchos otras publicaciones difíciles de localizar. Otro paso será sin duda la búsqueda libre por Internet así como la tradicional consulta en la biblioteca local y en otras de interés en estos temas como la del Instituto Bibliográfico Aragonés y la del Instituto Aragonés de Antropología[4]. En la materia concreta de los oficios tradicionales no debe olvidarse un repaso al inigualable archivo audiovisual de los documentales de Eugenio Monesma[5].

Una vez nos hayamos familiarizado con los contenidos que se prevén tratar en la entrevista, habrá que preparar un cuestionario que nos sirva de apoyo durante su realización. De nuevo, una buena referencia será el modelo de otros cuestionarios sobre la materia que podamos encontrar en obras de investigación ya realizadas o en propuestas generalistas de cuestionarios como, en Aragón, el que hemos utilizado muchos etnógrafos y que fue elaborado por Manuel Benito[6]. Como siempre también, una primera versión del cuestionario nunca será la definitiva pues conforme vayamos realizando las entrevistas podremos con toda seguridad ir completando y mejorando la plantilla de preguntas y cuestiones que vayamos usando.

Y ya teniendo preparado nuestro boceto de cuestionario, el siguiente paso será establecer un contacto provechoso en el entorno de los potenciales informantes, para facilitar nuestro acceso hasta ellos. Cada caso tendrá unos condicionantes diferentes, pero en principio habrá que tener cuidado siempre en andar los más acertado que sea posible en la elección de los llamados «porteros» y «padrinos» que respectivamente nos abrirán valiosas «puertas sociales» y acompañarán en la presentación de la persona que queremos entrevistar. Cumplir ciertas expectativas con ellos será tan importante como hacerlo con el propio informante, pero el límite de todo ello será siempre la situación o momento en que nuestra investigación comience a verse perjudicada. De nuevo habrá que realizar una labor de precisión, artesanal e incluso intuitiva.

En cuanto al informante, la experiencia dicta que le resulta de mucho mayor interés qué tipo de persona es el entrevistador frente a cuál sea el proyecto de investigación que pretende realizar. Por eso, una de las primeras preguntas que suele recibir el entrevistador es «y tú ¿de dónde eres?». La necesidad del informante de situar al entrevistador en su mapa mental tanto geográfico como afectivo es bien comprensible, por lo que puede ser aconsejable llevar preparada una referencia concreta a ciertas personas o lugares que susciten confianza o familiaridad en el propio entrevistado.

Sobre la elección de determinados informantes puede ser positivo hacer una entrevista previa en grupo que nos ayude a intuir cuáles son las personas que nutrirán con mayor información nuestra investigación, o contar con la opinión de la persona que nos sirva de contacto en la localidad, teniendo en cuenta que muchas veces resulta bastante efectivo entrevistar a una persona con no mucha memoria pero que disfruta hablando y compartiendo sus recuerdos. Como en tantas ocasiones, no hay ninguna regla que sirva para todos los casos por igual. Sí será necesario tener en cuenta en esta campo específico de los oficios tradicionales el criterio de la edad de los informantes, evaluando la mayor o menor oportunidad de entrevistar a aquellas personas que debido a su «juventud» no han realizado ellos mismos las tareas pero las han conocido de temprana edad, por ejemplo si han sido hijos de los últimos artesanos en ese oficio. En ciertos casos pueden ser de gran utilidad si no hemos podido contactar con ningún informante de la anterior generación, aún siendo conscientes de que sus aportaciones serán normalmente más pobres y habrá que tomarlas con mayor precaución.

Otra elección a realizar será entre las entrevistas individuales y las realizadas en grupo sopesando los pros y contras de ambas opciones. La entrevista en grupo por ejemplo suele ofrecer una visión más plural de una sola cuestión aunque siempre haya alguna de las personas entrevistadas que aporta menos información de la que potencialmente podría hacer. La entrevista individual, por el contrario, permite llegar a un mayor nivel de profundidad en los datos aportados aunque pueda virar hacia una visión excesivamente subjetiva o particular de los hechos.

Otro aspecto que puede considerar el investigador es la posibilidad de «adoptar» cierto rol o papel previo que pueda facilitar el desarrollo de la entrevista. Uno de los más fructíferos, al menos al principio, es el del novato o aprendiz que simula saber mucho menos de lo que realmente sabe (lo cual no deja de ser una postura bastante inteligente en cuanto suele ser más real de lo que nos creemos). A pesar de ello, sea cual sea este rol, seguro que será inviable mantenerlo a lo largo de toda la investigación pues a la larga más que ventajas nos traerá algún que otro inconveniente.

Mucho más importante resulta tener en cuenta desde diversas perspectivas las expectativas e intereses que el informante puede estar depositando en el propio acto de la entrevista, intentando hacer un análisis previo de cómo la entrevista puede afectar al entrevistado. En este sentido, un buena idea para tenerla de fondo es la de prestigiar en la medida de lo posible su figura como representante de un oficio al que se adjudican determinados valores.

También por ello no hay que dejar al azar el aspecto que ofrece el entrevistador ni el lugar o contexto en el que se quiere realizar la entrevista, pues como todo acto social, la entrevista etnográfica también se encuentra dentro de un contexto que puede influir en ella en gran medida.

En última instancia, y tanto se pertenezca o no a ellas, habrá que tener especial cuidado en guardar un esmerado respeto hacia las redes locales ya establecidas pues de no hacerlo corremos el riesgo de poner en marcha conflictos que no solo sean negativos para nuestra investigación sino, sobre todo, que puedan causar perjuicios a las personas entrevistadas.

 

El desarrollo de la entrevista

Una buena manera de comenzar una entrevista, antes de empezar a grabar, es a través de un pequeño prólogo en el que explicar brevemente al informante los objetivos y orígenes del proyecto así como su prevista proyección posterior: ámbito de estudio, entidades que lo apoyan, posibles resultados tangibles, etc. En todo caso, aparte de la concreción de los resultados que muchas veces excede a las posibilidades del investigador o grupo de investigación, éste hará bien en establecer con el informante un compromiso concreto en cuanto a que en la medida de lo posible pueda acabar conociendo el resultado final de la investigación.

Si la entrevista va a ser grabada será prudente pedir permiso para hacerlo aún a través de una petición tácita o discreta. De esta forma, si a lo largo de la entrevista surgiera algún tema de conversación que el informante dijera expresamente que no deseaba que fuera grabado, el entrevistador deberá respetar escrupulosamente su decisión. De cualquier modo, lo mejor es que el informante sea consciente de que solo tiene la obligación de decir aquello que quiere decir, y nada más. De la misma manera para fotografiar al informante será mejor antes solicitar su consentimiento.

Ya en relación con la entrevista propiamente dicha y grabada, resulta práctico nada más iniciar la grabación dejar constancia de la fecha, lugar y personas (con su fecha y lugar de nacimiento) con las que se va a realizar la entrevista. Otra advertencia práctica es la que pone el acento en solicitar del informante que emplee al máximo posible el vocabulario local sobre el tema ya que la tendencia ante una persona extraña es intentar «mejorar» el modo de expresión oral mediante el uso preferente de léxico y formas estándares del idioma.

Ya metidos en las preguntas sobre el tema a investigar, puede ser buena idea empezar apelando a la experiencia personal del informante, poniéndola de esta manera en valor y buscando nada más comenzar la creación de un ambiente de confianza que facilite el posterior desarrollo de la entrevista.

Durante la entrevista, el cuestionario se usará de manera flexible prefiriendo el tono más distendido de una conversación al más impuesto de una «encuesta telefónica». Lo fundamental por parte del entrevistador será mantener en todo momento una escucha activa que a nivel práctico puede traducirse en el uso de asentimientos orales y posturales, la muestra de empatía, las confirmaciones de lo expresado por la persona entrevistada y la petición de informaciones más extensas y profundas de los datos que vaya aportando.

Como advertencia general para la persona o grupo de investigación también está el intentar no usar preguntas que induzcan la respuesta ya que en ese caso la información obtenida pierde gran parte de su validez, aunque sí pueden usarse a modo de última opción para confirmar hipótesis. Normalmente será más efectivo el uso de preguntas indirectas.

La duración de la entrevista puede ser muy variable en función de diversas circunstancias pero a modo de orientación cabe afirmar que más de una hora y media puede resultar demasiado fatigoso para una persona mayor en una entrevista individual.

La manera de acabar una entrevista también admite múltiples variantes aunque una posibilidad es finalizar con preguntas abiertas del tipo de «¿algo nos habremos dejado que te parezca importante de la faena de la que estábamos hablando?» para hacer un último intento de obtener del informante algún dato que no haya aparecido hasta el momento. Otra buena práctica es no considerar que la entrevista ha terminado al apagar la grabadora, ya que suele ser un momento en el que surgen pequeños aspectos que no habían aparecido hasta el momento y que valdrá la pena anotar en nuestra libreta de trabajo.

Excede finalmente los objetivos de este pequeño texto, pero no debemos obviar la importancia que adquiere posteriormente el trabajo a realizar con la información obtenida en cuanto a su archivo, trascripción, indexado, etc.


[1] Velasco, H.M. y Díaz de Rada, A. La lógica de la investigación etnográfica. Madrid, Trotta, 2003. Otros manuales de antropología que vale la pena revisar para orientarnos acerca de la realización de entrevistas orales pueden ser: -Ember, C.R.; Ember, M. y Peregrine, P. Antropología. Madrid: Pearson Educación, 2004. -Kottak, C.P. Antropología cultural. Madrid, Mc Graw Hill, 2002. –Pujadas i Muñoz, J.J. (coord.). Etnografía. Barcelona: UOC, 2010.

[2] http://portal.aragob.es/etn/frameset.jsp?consulta=libro&departamento=CT

[3] http://plan.aragob.es/FBA.nsf

[4] http://www.antropologiaaragonesa.org/biblioteca.html

[5] http://www.pyrenepv.com/tienda/index.php?cPath=0

[6] Cuestionario básico para investigación etnográfica en Aragón. Consultable en http://www.aragob.es/edycul/patrimo/etno/cuestionario/portada.htm y descargable en http://sipca.iea.es:82/absys/docs_absys/Cuestionario_basico.pdf

 

 


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